Hasta antes de estos días complicados en los mercados en donde las caídas bursátiles son estrepitosas y la depreciación cambiaria angustiante, no había discurso de la autoridad financiera mexicana en el que no se alardeara del blindaje de protección para la economía.
El grosor de la armadura de dólares para defendernos se presumía en un calibre de 200,000 millones de dólares: 130,000 de reservas internacionales más otros 70,000 de una línea contingente con el Fondo Monetario Internacional.
Hoy que la turbulencia ha llevado a las bolsas a derrumbes importantes y a una notable depreciación de la moneda, el discurso ha desaparecido.
Y es que no se trata en esta ocasión de un simulacro o de un discurso político, es la realidad de la inestabilidad mundial.
¿Debería el Banco de México salir a defender en estos momentos el peso como un perro? La verdad es que no.
El episodio ha sido muy traumático. Después de varios meses de estabilidad, incluso después de revivir las leyendas del súper peso y las preocupaciones de los exportadores que pierden con un peso fuerte, la moneda se depreció mucho, muy rápido.
La caída semanal del peso mexicano frente al dólar de Estados Unidos de más de 7 por ciento.
A lo primero que pega es al trauma nacional de las devaluaciones del pasado. Nos sentimos seriamente afectados en el ánimo, porque la moneda más que un instrumento de intercambio es tomada como un pedazo de nuestra mexicanidad.
Y no es que en este caso aplique aquello del mal de muchos consuelo de tontos, pero el peso mexicano es una más de las monedas que en estos días ha sufrido una presión importante.
Este movimiento global de los capitales permite dimensionar el tamaño de la respuesta. Países como Brasil o Perú sí optaron por intervenir en sus mercados cambiarios para frenar la depreciación. Pero Brasil, por ejemplo, acumula una baja de su moneda, el real, de 20% en lo que va del mes.
Entonces, justo ahora en que se requeriría ver el músculo del Banco de México para defender a la moneda es cuando más silencio guarda.
Y la verdad, es mejor que resista lo más que pueda antes de mandar la señal de que iniciará la defensa cambiaria.
Sobre todo cuando en las oficinas del banco central están consientes que 40% de los bonos mexicanos estáen manos extranjeras y que un escopetazo podría verdaderamente espantar esa parvada de inversionistas.
Un mercado maduro se forja con respaldo financiero, pero también con acciones templadas. Ya hemos visto cómo el tipo de cambio ha rondado estos niveles, incluso superiores, en tiempos de incertidumbre.
Hay que decir que cuando vimos en el 2009 el peso en más de 15 por dólar, ahí si hubo una intervención del banco central mexicano, porque en ese entonces el juego especulativo de los derivados por parte de algunas empresas y bancos provocó la depreciación. Vamos, sí había culpa interna.
Hoy la señal es esperar y ver, antes de quemar la pólvora en la primera batalla.
Es cierto que México no es ningún refugio seguro, uno de esos mercados a los que vuelan los capitales en los tiempos difíciles. Pero también México es un país más resistente.
Sí sería bueno que fuera el propio Banco de México el que diera una señal de presencia en esta crisis, de ser previsores y calculadores.
Que no quede la impresión que pudieran estar en la Junta de Gobierno metidos debajo de la mesa esperando a que pase el temblor.
LA PRIMERA PIEDRA
Una buena noticia, que vaya que hacen falta en la economía, es la tasa de inflación quincenal de este mes.
El Índice Nacional de Precios al Consumidor subió 0.21 por ciento. Nada mal para una quincena altamente influenciada por factores estacionales como el regreso a clases.
Con este dato se confirma que la inflación en términos anuales está dentro de la meta fijada desde hace muchos años en 3 por ciento.
Una inflación baja y controlada da mucho margen de maniobra en caso de tener que asumir medidas monetarias adicionales para apuntalar la economía.